Vivir en la Matrix

Comunicación, medios y tecnología

Teoría y otras yerbas

Capitalismo de plataformas

Pocas cosas se han instalado con tanta rapidez (en parte por la cuarentena) en nuestras vidas como la costumbre de usar apps de servicios para pedir un delivery, un taxi o comprar algún producto. 

Pero como la mayoría de nuestras costumbres relacionadas con la tecnología, no solemos preguntarnos qué hay detrás de eso. 

En nuestro país se ha hablado mucho (pero no lo suficiente) sobre el efecto de plataformas como Pedidos Ya o Uber en el mercado de trabajo: se trata de empresas poco afectas a ajustarse a las reglamentaciones vigentes, que invierten fuerte (en realidad, apuestan a perder plata por unos años para instalarse) en un primer momento y, una vez instaladas, imponen sus condiciones. 

Hace poco me topé con un libro muy interesante: “Capitalismo de plataformas” de Nick Srnicek.  El autor plantea, desde el vamos, que el debate en torno al fenómeno “enfatizan en la privacidad y la vigilancia estatal”, mientras que otros “examinan las tendencias económicas, pero las presentan como fenómenos sui géneris”. Y encara el análisis de un modo original e incisivo.

En primer lugar, Srnicek asegura que, pese a que se presenta al sector tecnológico como el máximo generador de empleos, es un nicho muy pequeño: en Estados Unidos empleado al 2,5% de la fuerza laboral, apenas un cuarto que el sector manufacturero (las viejas y queridas fábricas). Sin embargo, concede que los desarrollos del sector están presentes y permiten la existencia de muchas otras actividades.

Tras esta primera aclaración, señala lo que considera el corazón del sistema: la extracción, organización y usos de nuestros datos. Las plataformas se volvieron la forma más eficiente y rápida de obtener esa materia prima, dado que la app es un entorno controlado en el que cualquier cosa que hacemos puede ser rastreable.

Para que quede más claro: si Pedidos Ya fuera una página web obtendría parte de nuestros datos de navegación (los que le permitan recolectar las cookies) pero el resto se los quedarían los navegadores. En cambio, los datos de la app son exclusivos.

Entrando en las características de las plataformas, Srnicek sostiene que: 

  • Proporcionan la infraestructura para intermediar entre usuarios (vendedores y compradores, choferes y pasajeros).
  • Desplegan tendencias monopólicas ayudadas por los efectos de red (si todos la usan, me tengo que sumar para no quedarme afuera).
  • Crecen a partir de subvenciones cruzadas entre diferentes empresas del mismo grupo: Google nos da gratis Gmail, pero nos vende publicidad a partir de nuestros datos (como suele decirse: “si es gratis, el producto sos vos”).
  • Raramente generen algún producto físico (Uber, Airbnb, Pedidos Ya ofrecen servicios, pero no son dueños de autos, ni hoteles, ni producen lo que reparten).

Finalmente, divide al capitalismo de plataformas en 5 tipo de empresas:

  1. Plataformas publicitarias como Google o Facebook, que extraen información de los usuarios, los analizan y luego venden espacios publicitarios. En otras palabras, venden nuestra atención, dado que les ofrecen a las empresas llegar a un tipo de usuarie específico, que (saben de antemano) puede estar interesado.
  2. Plataformas de la nube: Venden hardware y software a empresas que necesitan de esos productos (por ejemplo, un servicio de almacenamiento en la nube, algún tipo de programa).
  3. Plataformas industriales: Que proveen tecnología para mejorar los procesos productivos de otras empresas.
  4. Plataformas de productos: Que transforman un bien tradicional en un servicio y cobran una suerte de “canon” o alquiler. Por ejemplo, Spotify.
  5. Plataformas austeras: Son aquellas que se dedican a la intermediación y no producen ningún bien físico ni brindan directamente el servicio que ofrecen. Uber, Pedidos Ya, Airbnb, entre otras, dueñas de una plataforma que conecta quienes ofrecen un servicio y quienes lo necesitan. Claro que para ello se llevan un muy buen “peaje” a juzgar por lo poco (algunos dirán que mucho, por la tecnología) que ponen en juego. 

Este es sólo un resumen de la introducción al libro: el debate no se agota acá y hay cientos de aspectos que pueden ser analizados. Sin dudas en nuestro país (y en muchos otros de la región) aún queda pendiente frenar la problemática de la precarización que suponen estos trabajos (la mayoría no tiene siquiera un contrato estable, menos pueden aspirar a vacaciones o aguinaldos ni defenderse de abusos. Ni hablar de la jubilación). 

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