En un artículo anterior dejé a Henry Jenkins hablando de las culturas participativas y la Inteligencia Colectiva, dos conceptos sobre los que prometí volver. Y aquí estamos.
Jenkins contrapone el término “cultura participativa” al de las “nociones más antiguas del espectador mediático pasivo”. Es decir, aquel que, según las teorías deterministas, solo se limitaba a recibir un mensaje cerrado y a actuar en consecuencia, según el dictado del emisor. Frente a esto, vuelve a insistir en la idea de “prosumidor”. “Más que hablar de productores y consumidores mediáticos como si desempeñasen roles separados, podríamos verlos hoy como participantes que interaccionan conforme a un nuevo conjunto de reglas que ninguno de nosotros comprende del todo”.
Sin embargo, evita caer en una mirada naif, de falso igualitarismo. Por eso advierte que “no todos los participantes son creados iguales. Las corporaciones, e incluso los individuos dentro de los medios corporativos, ejercen todavía un poder superior al de cualquier consumidor individual o incluso al del conjunto de consumidores”.
Para Jenkins, entonces, sigue existiendo una desigualdad en la circulación de los mensajes. Ya no hay una dirección unívoca, la palabra se transforma y democratiza, pero los grandes medios continúan controlando los principales nodos de distribución. Jugamos en su cancha, que está aún inclinada. Ellos (los media) siguen gritando más fuerte, pero al menos ahora las voces de los usuarios se unieron, y empiezan a interferir en sus discursos.
Con “Inteligencia Colectiva”, Jenkins sostiene que “el consumo se ha convertido en un proceso colectivo. (…) Ninguno de nosotros puede saberlo todo; cada uno de nosotros sabe algo; y podemos juntar las piezas si compartimos nuestros recursos y combinamos nuestras habilidades”. Se trata, para este autor, de un proceso que recién comienza. “La inteligencia colectiva puede verse como una fuente alternativa de poder mediático. Estamos aprendiendo a usar ese poder mediante nuestras interacciones cotidianas en el seno de la cultura de la convergencia”.
El término “Inteligencia Colectiva” fue acuñado por el teórico tunecino-francés Pierre Lévy, un brillante pensador que, como Jenkins, continúa activo en estos días.
¿Qué es la inteligencia colectiva?
“Es una inteligencia repartida en todas partes, valorizada constantemente, coordinada en tiempo real, que conduce a una movilización efectiva de las competencias. (…) El fundamento y el objetivo de la inteligencia colectiva es el reconocimiento y el enriquecimiento mutuo de las personas, y no el culto de comunidades fetichizadas o hipostasiadas”.
Pierre Lévy. Inteligencia Colectiva, por una antropología el ciberespacio.
Cuando Lévy dice que la inteligencia colectiva está “repartida en todas partes” aclara que “nadie lo sabe todo, todo el mundo sabe algo, todo el conocimiento está en la humanidad. No existe ningún reservorio de conocimiento trascendente y el conocimiento no es otro que lo que sabe la gente”.
Para el autor, hay tres condimentos que potencian el desarrollo de colectivos inteligentes. La velocidad de evolución de los conocimientos, la masa de personas llamadas a aprender y a producir, y la aparición de nuevos instrumentos tecnológicos.
Con respeto a la velocidad, dice Lévy que “jamás la evolución de las ciencias y de las técnicas ha sido tan rápida, con tantas consecuencias directas en la vida cotidiana”. Volvemos al ejemplo de la imprenta e internet: la primera tardó siglos en llegar a todos y modificar la cotidianeidad de las personas. La segunda logró lo mismo en algunas décadas.
Respecto de la masa, señala que “ha sido imposible reservar el conocimiento, ni aun su movimiento, para castas de especialistas. Es el conjunto del colectivo humano quien debe en lo sucesivo adaptarse, aprender e inventar para vivir mejor en el universo complejo y caótico en el cual vivimos”. En cuanto a las herramientas, refiere a que “la cantidad de mensajes en circulación jamás ha sido tan grande, pero disponemos de muy pocos instrumentos para filtrar la información pertinente”.

Pensamiento algorítmico
Sobre este último punto el teórico tunecino ha concentrado sus estudios en los últimos años. Señala que las herramientas de comunicación sirven como “instrumentos” para “unir” inteligencias, “constituir intelectos o imaginantes colectivos”. Las nuevas tecnologías, y principalmente el ciberespacio, serían en esta lógica “la infraestructura técnica del cerebro colectivo”.
“El papel de la informática y de las técnicas de comunicación de soporte numérico no sería el de ‘remplazar a la humanidad’ ni de acercarse a una hipotética ‘inteligencia artificial’, sino de favorecer la construcción de colectivos inteligentes en los que las potencialidades sociales y cognitivas de cada cual podrán desarrollarse y ampliarse mutuamente. Según este enfoque, el proyecto arquitectural mayor del siglo XXI será imaginar, construir y acondicionar el espacio interactivo y moviente del ciberespacio”.
Pierre Lévy
Para él, el conocimiento algorítmico es la última instancia de la comprensión humana. Somos capaces de interpretar signos, y eso nos diferencia del resto de las especies. Hoy por hoy, esos símbolos superan el umbral de la comprensión humana, y para subsanar eso nos valemos de herramientas tecnológicas.
Pero esta propuesta no alienta el desarrollo de inteligencia artificial: “para él no se trata de crear máquinas inteligentes o más inteligentes que los humanos, sino de hacer a los humanos más inteligentes. Cada nivel de complejidad implica un tipo de conocimiento emergente nuevo y más poderoso, en el que todos los procesos cognitivos están aumentados. El último paso, es decir, aquel hacia el cual tendemos, sería el conocimiento algorítmico” (tomado de aquí.
Un nuevo lenguaje
Esto último es central en el trabajo actual de Lévy, preocupado como está por la creación de un nuevo metalenguaje digital capaz de ser comprendido por todas las lenguas, y que permita interpretar y “traducir” la gran avalancha de datos que circula, sin tener que depender en un ciento por cien de las tecnologías.
Ahí está la potencia de la inteligencia colectiva: ninguna persona podría comprender esa gran masa de datos que circula, pero un colectivo inteligente sí puede. La técnica será, en el ideal de Lévy, el marco que potencie los intercambios, las autopistas donde circulará la información. Los servidores se usan para guardar la información, pero ésta debe ser generada por todos.
“En nuestras interacciones con las cosas, desarrollamos competencias. Por medio de nuestra relación con los signos y con la información adquirimos conocimientos. En relación con los otros, mediante iniciación y transmisión hacemos vivir el conocimiento”.
Pierre Lévy
Pasamos, dice Lévy, de la vieja máxima cartesiana del “pienso, luego existo” a “formamos una inteligencia colectiva, luego existimos como comunidad eminente”. Sin embargo, advierte que “lejos de fusionar las inteligencias individuales en una especie de magma indistinto, la inteligencia colectiva es un proceso de crecimiento, de diferenciación y de reactivación mutua de las singularidades”.
En estos procesos no existe, pues, la centralidad del conocimiento. Cada uno aporta su parte al conjunto, contribuye a la pintura general, pero no significa eso que se pierda en la masa.
Culturas participativas

Los mejores ejemplos de culturas participativas e inteligencia colectiva son los hackers y los fandoms.
Las comunidades hackers son un buen ejemplo de las prácticas de colectivización del saber y el intercambio de experiencias. El imaginario colectivo ve al hacker como un joven desgarbado, con anteojos, que se la pasa todo el día encerrado en la pieza, trabajando solo frente a su computadora. Sin contar con que muchos aún lo relacionan a actividades ilícitas. ¿Pero está realmente solo? Sí y no. Su trabajo en soledad es una pequeña pieza de una cadena aún mayor: cada uno realiza su aporte, generalmente encima del aporte que otro hizo antes, y va contribuyendo al esquema general.
En las comunidades de fans ocurre algo similar: todos aportan al conjunto de una narrativa que se expande en diferentes direcciones, muchas veces muy diferentes a las que propone el objeto de su idolatría, el aglutinante de esa comunidad. Los fandoms se encargan de armar wikis, gigantescas enciclopedias con la historia de los personajes de una serie o de una película. Pero también producen comics, desarrollan nuevas historias, finales alternativos, etc.
Si bien en los wikis existen ciertos roles definidos (hay moderadores), existe un gran marco de libertad para que cada participante escriba lo que quiera. Sin embargo, esa intervención solo será validada si el resto de la comunidad lo avala: cualquier persona también podría modificarla si cree que se incurrió en un error. El sistema de contrapesos que se genera hace que, aunque a veces el proceso de producción se torne engorroso, sea mucho más confiable y transparente.