Hasta aquí vimos cómo Jenkins y Lévy abordaron los nuevos mapas mediáticos a partir de estudiar y contar lo que ocurría con las principales expresiones culturales de la época. ¿Pero qué ocurre con el periodismo? Una práctica que se forjó, creció y se modificó al calor de los avances tecnológicos no va a estar exenta de estas vicisitudes.
La popularización de Internet le dio al periodismo una complejidad inusitada hasta entonces: como sostienen Rost, Bernardi y Bergero, “se multiplicaron los soportes y las plataformas informativas. Los medios analógicos comenzaron a convivir con los digitales, se fusionaron, hibridaron y alumbraron nuevos medios y metamedios”.
A esto se sumó que, a fines de la primera década del siglo XXI, los medios se incorporaron masivamente a las redes sociales. Esto terminó de cambiar por completo las lógicas de producción de las noticias, que dejaron así de estar únicamente confinadas a las redacciones y se transformaron en un proceso dinámico y colectivo.
Anderson, Bell y Shirky llaman a esta nueva era como “Periodismo postindustrial”, una frase usada por primera vez por Doc Searls en 2001 para definir “un periodismo que ya no se organiza en función de la cercanía a la maquinaria de producción”, haciendo referencia a que, por cuestiones prácticas, las redacciones antiguamente estaban “pegadas” a la sala de imprenta.

Las preguntas que surgen ante esta situación son muchas. ¿Cómo hacer periodismo en esta nueva etapa? ¿Cómo captar la atención de las personas en un ecosistema que tiende a la saturación de contenidos? ¿De qué forma reconstruir los contratos de lectura entre los medios y las audiencias?
Una nueva era
En su obra publicada por la Universidad de Columbia, Anderson, Bell y Shirky dicen que:
“Si se quisiera resumir la última década del ecosistema de las noticias en una sola frase, podría ser la siguiente: ‘De repente todo el mundo tiene mucha más libertad’. Los creadores de noticias, los anunciantes, los nuevos medios y, sobre todo, la gente que antes conocíamos como ‘audiencia’ han recibido una nueva libertad para comunicarse, sin las viejas restricciones de los modelos de emisión y edición”.
El periodismo “postindustrial” se caracteriza principalmente por dos fenómenos: por un lado se achica la brecha entre los medios periodísticos y los ciudadanos. Por otro, los lectores devenidos en audiencias son más escurridizos, y hay que salir a buscarlos allí donde estén.
En cuanto a la primera caracterización, podemos decir que las redes sociales generan una idea de igualdad que contribuye a que cada persona se constituya como un medio: informa, opina, cuestiona… Incluso los propios medios quedan expuestos a esta mirada crítica. Al decir de Rost, Bernardi y Bergero:
“Los medios, los periodistas y los públicos conforman este sistema. Sus acciones se intersectan en espacios de intercambios de informaciones, opiniones, puntos de vista y hasta de ideas que inspiran el trabajo profesional. La información se comparte, se verifica, se enriquece y distribuye”.
Represión
— Rachel Holway💚💚💚 (@RaquelHolway) September 11, 2019
Militarización de la avenida 9 de Julio
Buenos Aires
Argentina pic.twitter.com/iKcKaK0lGm
Esto provocó cambios radicales en las rutinas profesionales de los medios de comunicación. Su primer y más notorio efecto fue la pérdida de la exclusividad en la construcción de información y la imposición de agendas. Los usuarios participan activamente en este proceso, y los periodistas, cuyo rol de “voz sagrada” se fue difuminando hasta casi desaparecer, se ven obligados a sumarse a esas dinámicas.
Audiencias atomizadas
El segundo punto que abordan Anderson, Bell y Shirky podría denominarse el fenómeno del “lector nómade”. Antes, los viejos medios ofrecían un “paquete”: noticias de política mezcladas con deportes, farándula y mercados. La intención era abarcar a la mayor cantidad de públicos posibles. Éstos, por su parte, agradecían el hecho de no tener que comprar cinco diarios diferentes.
La web terminó con eso y las redes sociales no hicieron más que acelerar el fenómeno: hoy por hoy hay un incesante mar de información y los usuarios van hacia donde quieren. Cada uno arma su propio rompecabezas con las piezas que desee y ya no está sujeto a un único medio. El trabajo de éstos, ahora, es ir a buscar a los usuarios allí donde se encuentran.
Se trata, entonces, de públicos con “hábitos de consumo informativo hiper segmentado de acuerdo con la edad, el nivel socio económico, la situación cultural, la disponibilidad de conexiones, tecnologías, soportes disponibles y accesibles, de estrategias lectoras”, según la caracterizan Rost, Bernardi y Bergero.
Aquí vuelve a asomarse Carlos Scolari, quien sostiene que ya no puede hablarse de “fragmentación” sino directamente de la “atomización” de las audiencias.
“La atomización de las audiencias y de las experiencias de consumo mediático no es simplemente un fenómeno cultural: implica un ataque al corazón del modelo de negocios de la industria cultural”.
Carlos Scolari

Frente a esto, los autores de “Periodismo Postindustrial” señalan que “la adaptación a un mundo donde la gente antes conocida como audiencia no son lectores y espectadores sino usuarios y editores, significará cambiar no sólo las tácticas, sino también la autoconcepción. Para adaptarse a los cambios del ecosistema no va a ser suficiente añadir algunas técnicas nuevas. Para aprovechar el acceso a individuos, colectivos y máquinas habrá que cambiar también la estructura de la organización”.
Periodismo transmedia
La respuesta está en las narrativas transmedia, un nuevo tipo de experiencia que sale en búsqueda de las audiencias allí donde están, con medios, dispositivos y discursos acomodados a esos nuevos consumos. Es por ello que para el periodismo la adopción de una narrativa transmedia no es una moda, sino una necesidad concreta para adaptar las producciones a estos nuevos hábitos de consumo, participación e interacción de las audiencias.
Dice Scolari que “las narrativas transmedia permiten reagrupar a las audiencias alrededor de un relato. Si antes las audiencias eran media‐centred, ahora tienden a ser narrative‐centred”.
“Cuando en el 2004-6 coordiné una investigación sobre la digitalización de los medios en Catalunya tuve la ocasión de presentarla en varios forums de empresas de comunicación. La pregunta que les hacía era siempre la misma: ¿Cuál es vuestro negocio? ¿Imprimir papel o informar a los ciudadanos? Si la respuesta es “informar”, eso se puede hacer por múltiples medios y plataformas”.
El periodismo transmedia es la principal respuesta frente a la aparición de las audiencias nómades, puesto que ofrece diferentes menúes para contar la misma historia, cada uno de ellos adaptado a los nuevos consumos.
Rost, Bernardi y Bergero defienen al periodismo transmedia como “una forma de narrar un hecho de actualidad que se vale de distintos medios, soportes y plataformas, donde cada mensaje tiene autonomía y expande el universo informativo, y los usuarios contribuyen activamente a la construcción de la historia”.

Scolari agrega que “a las empresas tradicionales de comunicación les cuesta mucho abrirse a las producciones transmedia; podría decirse que son empresas monomediáticas (…) A las pequeñas empresas creadas en la última década les demanda un mínimo esfuerzo diseñar y desarrollar mundos narrativos transmedia. Estas compañías –que suelen estar constituidas por jóvenes profesionales– tienen un ADN transmedia que las convierte en empresas (nativas) transmediáticas”.
Las audiencias y el periodismo transmedia
Pese a todo, es importante destacar que el fenómeno se está dando a pesar de los medios de comunicación. El periodismo transmedia es una necesidad, porque las audiencias comenzaron ellas mismas a “transmedializar” las noticias.
“Un hecho puede cobrar notoriedad pública a través del relato de algún usuario de Twitter o Facebook. Los retuits y comentarios pueden amplificar (y hasta viralizar) esta publicación. Las fotos, videos, los datos que aporta la comunidad en las redes pueden amplificar la historia. Un hashtag lograría crear un universo informativo y los favoritos y comentarios podrían posicionarlo como tendencia. Así podría ser advertido por los medios tradicionales, que le darían una dimensión pública mayor”, señalan Rost, Bernardi y Bergero.
Estas prácticas impulsaron a los medios a incorporar tempranamente segmentos de “periodismo ciudadano”, espacios destinados a publicar materiales producidos por “no periodistas”. En un primer momento esta estrategia fue un modo de nutrirse de contenido gratuito. Con el tiempo se transformó en un imperativo, ya que servía para hacer partícipes a los usuarios y generar “engagement”.
Además, al decir de Noguera Vivo (2013), “los contenidos generados por los usuarios también redefinen al periodismo en términos de transparencia, credibilidad y participación por parte de las audiencias”.
Oyentes de #Red92 nos enviaron IMÁGENES de la zona de 5 bis entre 607 y 609 luego de las lluvias del fin de semana pic.twitter.com/YsGhanPrH6
— RED 92 (@RED92cadadiamas) September 10, 2013
En los últimos años, con las herramientas analíticas, las audiencias se volvieron centrales, y su presencia dejó de ser difusa, como lo era hasta entonces. Si bien antes un diario podía saber a qué tipo de lector se dirigía, ese dato no estaba ni cerca de ser preciso. Ahora, un simple código incrustado en la web nos permite conocer con precisión cuáles son las preferencias informativas de los lectores.
Recalculando
Esta información llevó a los medios, poco a poco, a reconfigurar sus lógicas de producción, centrando su mirada en las audiencias. Lo que provocó, además, cambios importantes en los productos presentados y en las narrativas.
Ir en búsqueda de esos usuarios nómades implicó adoptar nuevas estrategias de comunicación: ya no alcanza con informar, ahora hay que implicar a las audiencias. Los esfuerzos de los medios hoy por hoy están puestos allí, en establecer las condiciones para que esa transmedialidad se desarrolle. La “viralización” es el premio mayor en estos nuevos ecosistemas mediáticos. Esto podría denominarse una “transmedialización programada”.
Para lograr este “engagement” se debe favorecer la participación de los usuarios, involucrarlos con el contenido y convertirlos en “embajadores” del mismo. Las comunidades de usuarios que se generan alrededor de estos contenidos potencian el fenómeno.
No obstante, los medios tardaron demasiado en entender estas lógicas. Hasta no hace mucho, las redes eran utilizadas como un canal para llegar a la web, base y centro de toda su estrategia.
En este marco, Rost, Bernardi y Bergero plantean que “la idea de que los rasgos propios de los nuevos medios digitales revolucionarían el periodismo por su carácter social, abierto y deliberativo, ha sido descartada por diversos investigadores de la comunicación”. Cabría plantear una disidencia al respecto, aunque siendo consciente que al escribir esto tengo tres años de ventaja sobre el texto original. Los medios comenzaron a adaptarse, con mayor o menor éxito, a las estrategias sociales. Las nuevas narrativas son creadas por y para las redes sociales, adaptándose a esas lógicas. Ya no interesa tanto el click y cada vez está más comprobado que el “clickbait” tiene los efectos opuestos a los que se esperan.
Características del Periodismo Transmedia
“Las producciones transmedia buscan dar respuestas a esta fragmentación en el consumo y a la necesidad de incorporar los aportes de los usuarios en la producción de noticias”.
Rost, Bernardi y Bergero
¿Cuáles son las características centrales del Periodismo Transmedia? Para encontrarlas, no debemos más que retomar a Jenkins, quien postula que en una narrativa transmedia:
- Cada elemento debe ser autónomo;
- Cada elemento hace una contribución única y específica al desarrollo de la totalidad;
- Cualquier producto dado es un punto de entrada a la historia;
- Permite extender la historia a nuevos espacios y nuevos consumidores;
- Los usuarios participan como co-creadores.
Periodismo’s not dead
En un ratito arranca la sesión pedida por la oposición por la Emergencia Alimentaria en Diputados. Ya hay legisladores de Cambiemos en el recinto. Colaborarán para el quórum. pic.twitter.com/uhYXnfVpj3
— Noe Barral Grigera (@nbg__) September 12, 2019
No. El periodismo no va a desaparecer, pero cambiará radicalmente sus formas. Sí, medios y periodistas perdieron centralidad en el proceso, pero siguen siendo, junto a los medios, una pieza clave en la producción de las noticias.
“Quedan a su cargo desde la elaboración de una versión profesional de la historia, su verificación, sujeción a estándares de calidad, curaduría y diseño de estrategias de publicación. No es que el periodismo vaya a desaparecer: cambia la forma de hacer periodismo y se desplaza su rol hegemónico hacia un poder distribuido, abierto y –se podría decir- más democrático”, dicen Rost, Bernardi y Bergero.
En relación a esto, José Cervera, al analizar la idea de “Periodismo Postindustrial”, sostiene que “los periódicos, la prensa, lo que hemos vendido tradicionalmente no es información, lo que hemos vendido tradicionalmente es relevancia. Lo que hemos vendido es decirte cuál es la información que importa, y cuál la que no importa”.
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