Antes de que empieces a leer: No, esto no es otro blog de teorías conspirativas o promoción de la tecnofobia. El nombre no tiene que ver con eso, aunque busca generar, al menos en quien lo ve por primera vez, esa curiosidad.
¿Por qué, entonces, elegí esta referencia a una película que fue utilizada como un potente argumento por quienes denunciaron los efectos nocivos de las tecnologías en nuestras vidas? Se trata, claro está, de una provocación. Matrix es, como en la película, una metáfora que explica los cambios sustanciales de la sociedad en las últimas décadas.
Para los desprevenidos, Matrix es una trilogía de las hermanas Wachowski que transcurre en un futuro distópico (Hola, Black Mirror). Allí, la mayoría de los humanos fueron esclavizados por máquinas y encerrados en una suerte de cubos para proveerse de energía. Todos ellos estaban conectados a la Matrix, una suerte de realidad virtual que simulaba la vida a fines del siglo XX. De ese modo, nadie sospechaba de lo que realmente pasaba.
Solo un grupo de rebeldes había logrado escapar y se escondía en una ciudad secreta (Zion) a la espera de El Elegido: Neo (Keneau Reeves), un hacker que ya había empezado a encontrar algunas “fugas” del sistema y sospechaba de su falsedad.
La película, una crítica clara y directa a la creciente sociedad de la información, generó muchísimo debate y fue pasto para los tecnófobos, que tomaron casi de forma literal el argumento y reforzaron su rechazo hacia las nuevas tecnologías.
Un nuevo entorno
En el caso de esta Web, ya debería quedar claro que nuestra versión de la Matrix está lejos de ser literal, o incluso de coincidir plenamente con el argumento de las hermanas Wachowski.
Hay una coincidencia con la idea de la Matrix en lo estructural, en cuanto a creer que las tecnologías han formateado un nuevo entorno social que configura nuestra cotidianeidad de una manera totalmente diferente a como la concibieron nuestros padres.
Se trata de un nuevo marco en el que nos desarrollamos, y que trastoca todas las aristas de nuestra vida: la manera de relacionarnos con otros, de trabajar y estudiar, de consumir bienes y servicios, y hasta de enamorarnos.
Entonces, la respuesta a por qué elegir la Matrix como nombre la puede dar mejor que nadie Jesús Martín Barbero, cuando afirma en un brillante aporte al libro “Mutaciones de lo visible”, compilado por Denis de Moraes (Paidós, 2010), que “la tecnicidad se vuelve estructural”.
Se trata de pensar el poder de agenciamiento de las nuevas tecnologías. Es decir, su capacidad performativa, la posibilidad de transformar las estructuras o, mejor dicho, volverse ellas mismas estructura. “La mediación tecnológica de la realidad deja de ser instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructura”, dice.
Sigue Barbero: “La tecnología remite hoy no solo y no tanto a la novedad de los aparatos, sino a nuevos modos de percepción y lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras”. ¿Alguien es capaz de de dudar hoy que el celular ya no es un mero aparato novedoso con muchas apps, gadgets, widgets, etc?
El solo hecho de reflexionar sobre cómo el uso de WhatsApp cambió la forma en la que hablamos e incluso nos relacionamos con nuestra familia, amigos, conocidos y, por qué no, desconocidos, ya nos da una respuesta contundente.
¿Cuál pastilla elegir?
Quizás los nativos digitales, quienes nacieron con estas tecnologías ya desarrolladas, estén muy inmersos dentro de la Matrix para notarlo. Pero los primeros millennials, que atravesamos en buena medida el proceso de cambios somos más conscientes de ello.
Entonces queda claro que la pretensión es alejarse tanto de las visiones tecnofóbicas como tecnofílicas para buscar un punto de equilibrio que permita poner en su justo lugar el aporte de la tecnología a nuestras vidas, con sus beneficios, perjuicios y contradicciones.
Rechazamos, entonces, tanto la pastilla roja como la azul que nos ofrece Morfeo (arriba, en video, está la explicación para centennials). Y nos abrazamos a la plena consciencia de que las tecnologías están allí y que no hay una forma de esquivarlas, pero sí de comprenderlas. Como dijo Morfeo, “solo puedo mostrarte la puerta, tú eres quien la tiene que atravesar”.
Bienvenidos.